¿Has oído hablar de la Salud Geoambiental?, pues influye en nuestra salud y nuestro bienestar mucho más de lo que pensamos, y qué mejor que la Fundación para la Salud Geoambiental para que nos expliquen en qué consiste 🙂
La salud geoambiental es una nueva disciplina científico-técnica dirigida a la identificación de los diferentes factores de riesgo presentes en nuestro entorno. Factores de origen geofísico, físicos, químicos y biológicos que confluyen en el interior de los edificios en los que trabajamos y vivimos. La Fundación para Salud Geoambiental investiga, analiza e imparte formación específica en esta disciplina, que constituye una herramienta de la medicina ambiental.
Algunos de esos factores son causa de estrés crónico y como tal están recogidos en abundante literatura científica y médica. Dichos factores están relacionados con muchas enfermedades de la era moderna.
Un ejemplo es la exposición a radiaciones electromagnéticas, ya sean de origen natural o artificial. Las radiaciones de origen natural son las que emanan de la propia Tierra y se conocen como geopatías o zonas de estrés geopático. La exposición a las mismas suele ocurrir, muy frecuentemente, en las horas de descanso nocturno, por una mala ubicación de la cama. Hay que tener en cuenta que la cama es el lugar donde pasamos una tercera parte de nuestra vida. El efecto en la salud no se suele notar de una forma inmediata y deben pasar algunos años para que nuestra salud se resienta.
Zonas de estrés geopático
Se ha comprobado que dichas zonas producen algunos efectos como aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardiaca. Estos síntomas coinciden, curiosamente, con los de un estrés crónico. El mecanismo es muy sencillo: una zona de estrés geopático manifiesta claras variaciones en el campo eléctrico y magnético terrestre así como variaciones de la gravimetría y densidad de la tierra en dicha zona concreta. Estas variaciones someten al cuerpo a una situación de estrés, como cualquier otro estresor crónico, y se relacionan con incrementos, aunque discretos, en los niveles de cortisol de forma prolongada en el tiempo. Esto implicaría diversos efectos que se significarían en el medio o largo plazo, es decir, después de 6 a 9 años de exposición, y serían:
- Sistema nervioso: ansiedad, depresión, pérdida de sueño y falta de interés en actividades físicas. La memoria y la capacidad de decidir pueden verse afectadas.
- Sistema cardiovascular: aumento de la presión sanguínea, frecuencia cardiaca y grasa en la sangre (colesterol y triglicéridos). También elevación del nivel de glucosa en la sangre, especialmente de noche, y aumento del apetito.
- Obesidad: aumento del apetito, lo cual contribuye al incremento de peso. El sobrepeso o la obesidad conlleva un riesgo de contraer diabetes o enfermedad cardiovascular.
- Sistema inmunitario: debilitamiento del sistema inmunitario y, por consiguiente, puede sufrir más resfriados y otras infecciones.
- Sistema digestivo: dolor de estómago debido a que se vacía más lentamente después de las comidas. También se incrementa la actividad del colon, lo cual puede producir diarrea.
Así pues, vemos cómo la exposición a estas pequeñas variaciones de campos electromagnéticos, en este caso de origen natural, pueden significar un aumento en los niveles de cortisol, con sus correspondientes efectos en la salud. También es conocida la relación entre la exposición a campos electromagnéticos y una reducción de los niveles de melatonina. Dicha reducción afectaría a todos los procesos de mantenimiento y regeneración celular durante las horas del sueño, afectando a todos los sistemas y órganos ya que la melatonina tiene receptores en todos ellos.
Radiaciones artificiales
Otro de los factores de contaminación geoambiental son las radiaciones electromagnéticas artificiales. Esas que producimos los seres humanos y que han inundado nuestras calles, casa, centros comerciales, parques, escuelas, etc.
A día de hoy se conocen numerosos efectos biológicos, más allá de los efectos térmicos conocidos y que conforman la base de toda la legislación que supuestamente nos protege.
Para empezar debemos aclarar que la actual legislación no se pensó para exposiciones de larga duración, y los conocimientos que se tenían por el año 1996 a 1998 no corresponden ni por asomo a lo que se ha descubierto con posterioridad.
Todo lo anterior que explicábamos para las radiaciones naturales es también valido para las artificiales. Además sabemos que el uso de smartphones y tablets puede alterar los ciclos del sueño, ya que la luz azul que emiten confunde a nuestro sistema del sueño, la glándula pineal, haciéndole creer que aún hay luz solar. Si nuestro sueño no es reparador, entraremos en un ciclo de continuo desgaste hasta que el sistema inmune no pueda más.
Existen mucho otros efectos conocidos como aumento de radicales libres, aumento del ciclo de la glucosa en el cerebro, alergias, asma, deterioros cognitivos, daños al sistema reproductor, etc. No se trata ahora de hacer un compendio de estudios, tan solo de tener conciencia de ello y saber cómo debemos actuar.
Por tanto, es muy importante conocer todos los factores ambientales de riesgo que pueden tener un efecto sobre nuestra salud, y una forma de conocerlos es analizando nuestro entorno con un estudio de salud geoambiental y eliminando los factores de riesgo.
Este es un artículo de José Miguel Rodríguez (Director General de la Fundación para la Salud Geoambiental)
Si queréis profundizar sobre el tema podéis visitar la web de la Fundación para la Salud Geoambiental
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